Microrrelato Ganador Relato Corto Ganador Microrrelato Ganador MEJOR PENSAMOS MAÑANA Entró por la puerta y al encender la luz ya no había nada. Solo una botella abierta y una copa a medio beber. Colgó el abrigo y se fue a dormir. CondensedBold Relato Corto Ganador LA CHARDONNAY DE PROUST Roberto observaba el movimiento circular del vino dentro de la copa mientras Piqueras le hablada desde el otro lado de la barra. No le prestaba atención. Seguramente después y como siempre, le formularía cualquier pregunta sobre alguna cualidad del vino que ya le había explicado anteriormente. Roberto solo requería la información precisa y a Piqueras le gustaba extenderse en las descripciones. Ignorarlo le permitía disfrutar del local y del vino. Contemplar armoniosamente el amarillo pálido con reflejos dorados de la chardonnay resbalando por el cristal y dejarse absorber de una forma hipnótica. Le gustaba acudir después del trabajo a DeParker. La música era de su agrado, los vinos que le recomendaba Piqueras casi siempre eran acertados, pero sobre todo le seducía porque existía alguna conexión en su mente que lo relacionaba con el cuadro “Halcones en la noche” de Edward Hopper y eso le hacía sentir bien. Se acercó la copa de vino para percibir su esencia a través del olfato. Aromas de fruta cítrica, notas minerales, cremosos y ese olor a hierba fresca. Ese aroma tan reconocible para él le había acompañado a lo largo de su vida como una evocación remota escondida en alguna parte de sus recuerdos. Prescindió de protocolos y bebió con impaciencia. Ahí estaba otra vez, envuelto en otros matices pero inconfundible, ese sabor a hierba fresca que venía asociado a la felicidad. Y en aquel preciso instante volvió Carmina, con sus grandes ojos negros y sus pantalones con tirantes. Su pelo castaño sujeto en una cola, casi siempre despeinado y su delgadez, manifiesta sobre todo en un rostro estrecho y alargado, pálido y sonrosado. Tenía nueve años, era un año mayor que Roberto. Vivía con su padre, que era profesor, en una casita cerca del río. Roberto vivía en un barrio obrero cercano. La primavera estaba tocando a su fin. Al salir del colegio todos los niños se reunían en una explanada en torno a un balón. Pero Roberto prefería adentrarse en la huerta, observar a los pájaros o a los insectos, hacer carreras con raíces en el agua de la acequia o acercarse al huerto del señor Montes y robarle un palito de regaliz. En una de esas tardes de distensión encontró a Carmina. Pronto simpatizaron. Se dirigieron a unos cañaverales y fueron arrancando cañas hasta completar un espacio diáfano que no podía ser visto desde el exterior. En un lateral había una gran piedra. La levantaron y empezaron a diseminarse en todas direcciones decenas de insectos. Decidieron que ese sería su “escondite secreto” y que a partir de ese momento cada vez que quisieran decirse algo lo harían a través de un papel guardado debajo de esa piedra. Roberto estuvo toda la noche pensando en su nueva amiga. Lo mismo le sucedió al día siguiente en el colegio. Estaba deseando terminar las clases, encontrarla y pasar la tarde a su lado. Terminaron haciéndose inseparables a pesar de lo opuesto de sus caracteres. Él era prudente, observador y taciturno. Ella, avispada, despistada y jovial. Las tardes transcurrían en un suspiro cuando se encontraban juntos y las mañanas se convertían en una cuenta atrás hacia la llegada de la tarde. Carmina le propuso buscar nidos de perdiz. Después cogerían un huevo y lo taparían con una manta hasta que naciera la cría y así conseguirían tener una mascota. A Roberto le pareció una idea estupenda, dando inicio así a su “gran aventura”. La búsqueda no estaba resultando tal y como ellos la habían planeado. A la dificultad de encontrar algún nido se sumaba el hecho de que cuando encontraban alguno y Carmina trepaba al árbol invadida por la emoción, éstos estaban vacíos. No fue hasta el final de la tarde cuando encontraron uno con huevos.  Carmina observaba atenta sin responder a la curiosidad de Roberto. Finalmente le explicó que en el nido había seis huevos. Pero que uno de ellos era mucho más grande que los demás. Después de armarse de valor descendió del árbol con el invasor entre las manos. Sin duda se encontraban ante un huevo de serpiente. Los ponían en los nidos de los pájaros para que cuando naciera la serpiente pequeña se pudiera alimentar de los otros huevos. Pero ellos no lo podían permitir. Pensaron en tirarlo a la acequia, pero entonces se podía alimentar de ranas y hacerse muy grande. Finalmente decidieron tirarlo al río, que lo arrastraría al mar donde sin duda se lo iba a comer un tiburón. Así es que iniciaron la marcha. Roberto iba a su lado con una piedra en la mano por si nacía por el camino la serpiente e intentaba rodearle el cuello a Carmina. Cuando finalmente lo arrojaron al rio se sintieron felices y aliviados. Carmina le obsequió con un beso cálido en la mejilla y corrió hacía su casa. Roberto sentía como la brisa enfriaba la humedad de aquel beso y no podía dejar de sonreír. Al día siguiente llegó al barrio Aurora. Era una niña de pelo dorado y ensortijado y grandes carrillos. Cada mañana Roberto se proponía bajar a la huerta y pasar la tarde con Carmina pero terminaba con Aurora jugando a la rayuela o a las canicas. Dos semanas después por fin se acercó a su “escondite secreto”, levantó la piedra y encontró un papel manchado de barro donde pudo leer. “Eres un huevo de serpiente”. Ese verano trasladaron al padre de Carmina a un colegio de la capital y no se volvieron a ver. Roberto se mojó los labios con el vino. Buscó en Facebook y llamó por teléfono. Carmen Lidón era veterinaria en una clínica privada. Acababa de llegar de su trabajo. Se duchó con el agua muy caliente. Se sirvió una copa de monastell que saboreaba mientras buscaba una serie en Netflix. Sonó el teléfono. – Hola, soy un huevo de serpiente-. Carmen

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Somos muchos los que en estos últimos días hemos pagado impuestos y ajustado nuestras cinturas para engrosar las arcas. Que no digo que no sea en justicia, y no seré yo quien haga apología o un discurso político utilizando el vino, pero seguro que estaréis deacuerdo conmigo en que es una viaje! Al margen de esto y como causa de esta situación me ha venido a la mente la idea de beber para olvidar, pero he llegado a la conclusión de que es mucho mejor beber para vivir; y con esta motivación emprendo esta entrada de blog! Puestos a vivir, vivamos y bebamos mejor. Así que aquí van unos tips para elegir un vino que nos siente bien! 1-. Elige un vino que sea a tu gusto! Parece una chorrada pero me explico. Si soy una persona con una tolerancia alta a los sabores intensos, véase que me gusta beber café solo, el chocolate intenso o las comidas potentes; seré un bebedor que acepte y disfrute los vinos estructurados  y en concreto los tintos tánicos. Así que disfrutar de una cabernet sauvignon, una Malbec como Altos las Hormigas Argentina, una monastrell murciana tipo Paraje las Zorreras, o una rica Syrah como el Xi´Ipal, serán un placer para mí paladar. Si por el contrario soy un bebedor sensible, que prefiere los sabores suaves, quizá sea más adecuado empezar por una garnacha de cebreros como el Berrakín, o una sutil pinot Noir como Bassus. Son tintos menos contundentes y muy fluidos, y no por eso menos interesantes que los anteriores. También puedes darle una vuelta a un blanco o un rosado. Ya que son vinos normalmente sin taninos y menos estructurados que los tintos y por lo tanto satisfarán mi sutil paladar. 2-.Los blancos van con todo.  Estamos mal acostumbrados a que los vinos blancos obligatoriamente sean del año, o sean exclusivos para los entrantes y aperitivos. Y cada vez es más notable que los blancos son grandes vinos para toda la comida. Si hablamos de vinos gastronómicos, Allende blanco o Capellanía son vinos que nos pueden hacer disfrutar de principio a fin. Y si estamos valientes, es más que recomendable probar la albillo real del Vino Precioso, una Pedro Ximenez seca como Fermentación Lenta, O incluso descubrir que la verdejo, criada en barricas nos da vinos bien contundentes y elegantes como la «Bestia Parda» 3-. Ahora sí se puede beber rosados!!! Si los blancos se hacen con uvas blancas y los tintos con uvas tintas, los rosados no se hacen con uvas rosas.. se pueden hacer tanto con blancas como con tintas. Resulta que en España durante mucho años el rosado era un «producto» que casi era el resultado de los mostos «sobrantes» de las vendimias…. Y claro… Con esa premisa no había manera de hacer algo rico. Pero desde hace unos pocos años, los elaboradores se han «puesto las pilas» y han decidido hacerlos bien. Rosados cómo la Galaxia de Eulogio Pomares, Impromptu Pinot Noir de Hispano Suizas y el maravilloso Primer Rose que hace María Vargas en Murrieta son un claro ejemplo de que el rosado puede ser un vinazo. Estos vinos se han hecho a conciencia, seleccionando las uvas en el momento óptimo para hacer bien el vino. Y por eso son equilibrados, tan interesantes como esos blancos que os mencionaba en el punto 2, y con las notas aromáticas de las variedades tintas que los hacen incluso más seductores. 4-. No sólo de pan vive el hombre. Y el vino no es sólo para comer. Por suerte cada vez más vemos que la GenteDiligente está aparcando el cubateo y las «cervecicah» de media tarde para tomarse un rico vino. Y es que bebernos una copa de vino en cualquier momento, de aperitivo, de sobremesa, en el tardeo e incluso porque nos apetece es una práctica de moda; no sólo porque estemos comiendo. Es cierto que para todos nosotros el vino es el mejor actor secundario de una buena comida, pero cada vez más apetece beber un vino en cualquier momento. Esta práctica es aparte de muy saludable (que ya os contaremos en otra entrada de blog por qué) un buen hábito, ya que entre otras cosas la del vino es una de las industrias principales de nuestro país… Y si lo valoramos y consumimos con regularidad, estamos contribuyendo a enriquecer una de nuestras industrias principales. Así que es un bien común! 5-. Puestos a beber, bebamos cosas ricas y que nos sienten bien. Todos hemos oído lo de  «somos lo que comemos» y es casi una verdad absoluta, pues también somos lo que bebemos. Los vinos que se hacen con mimo, que no son productos industriales manofacturados, que provienen de viñedos concretos y bien cuidados, y que son fieles a su uva, añada, suelos y clima; son vinos que inevitablemente están hechos con buena materia prima, mucho gusto y por personas que disfrutan del vino. Parece una evidencia pero es necesario que lo tengamos en cuenta; con buenas uvas se pueden hacer buenos vinos. Así que como amantes del buen vino, la gentediligente preferimos conocer y elegir vinos ricos y elaboradores que aman lo que hacen, y que nos sientan bien. Estas 5 ideas nos pueden servir muy mucho a la hora de pedir un vino; pero si aún así tienes alguna duda ya sabes que en nuestra tienda de El Jimenado , en nuestro Bar-ª-Vins del Mercado de Correos e incluso en nuestra tienda online www.ladiligente.es nos puedes encontrar y estaremos encantados de ayudarte a elegir bien. Ya sabes, «sed de buen vino».

5 tips para beber bien y no para olvidar! Leer más »

Hay extraños casos que dan sentido sin pretenderlo a un proyecto que cuenta con la literatura, el arte, el vino, las buenas personas y todo lo mejor de lo que una imaginación creativa sea capaz de inventar.  Estamos en El Terreno del vino y este es uno de esos fenómenos. Algo que quizá ya esté escrito, pintado, representado e incluso catado, pero esto, ese algo, y, en este caso, representa más de la mitad de ese mundo en el que creemos.  Es divertido esto de escribir sin tener la necesidad de hacerlo. Llevar a la práctica este lema aparentemente no resulta fácil. Vivimos en el mundo de la imagen y el dinero por encima de todo, aunque al final todo sea cuestión de tiempo y prioridades. Estoy seguro de que Julia tiene claro a día de hoy cuales son las suyas. Mantener viva la llama del primer fuego. Ese fuego primigenio. Sacar La del Terremo 2015 (DOP Jumilla) y conseguir que se pregunte pronto por la siguiente añada, ya es un logro. El hecho de que sigas pisando firme la tierra que tocan tus pies es un añadido de algo más que valor. Pero que siendo honesto sigas con la misma idea de calma, de trabajar por lo que crees, de tener el valor de cambiar de DO -de Jumilla a Bullas- por creencia y fidelidad a tu propio yo.  Hacerlo por fidelidad a tu proyecto , a tantas pequeñas apuestas por tí,…. eso es ya no es un capricho, eso es un verdadero triunfo.

Julia Casado y los Grandes Estados de Ánimo Leer más »

Déjenme que me presente. Soy Andrés Gómez, tengo 34 años, de profesión dirijo una «Compañía de Vinos» y me considero una persona apasionada e intensa.  Hasta aquí todo suena de lo más normal, obviando lo frugal del asunto este de dirigir una compañía, o lo que cualquiera que me conozca constatará sobre mi intensidad y pasiones…  Pero no es la queja, ni la búsqueda de una agradable adulación los motivos que se pasan por mi cabeza al esbozar esta entrada de blog, no…  el motivo que nos trae a este código es para añadir una nueva acepción al término «battonage». El «Battonage», tal y como hasta ahora lo conocemos, es un vocablo francés aceptado hoy en día en argot enológico, que supone una técnica que consiste en mantener las lías finas del propio vino en suspensión, mediante batoneo (remover el vino desde el fondo) durante un determinado tiempo, y por lo general a lo largo de una parte de la crianza del vino. Si extraemos los conceptos de «battonage» y los extrapolamos a cualquier fundamento, desde la virtud que guarda la intención de su naturaleza, es en si misma una técnica minuciosa o un trabajo cuidadoso que se realiza para extraer del vino su mayor bondad… y en esas ya me encuentro más cómodo para empezar a hacer «battonage». Existen quienes a lo largo de los años dentro de la gastronomía, y especialmente en la sumillería, han pensado que simplemente por el hecho de ser o estar ya podían ejercer sin requerir mucho más que un buen discurso. Estos mismos son quienes piensan de la sumillería, a diferencia de muchas otras doctrinas, que está fundamentada nada más que en la opinión personal y subjetiva. Así descrito, esto es un pie de cuba para histriones que con rima y romántica prosa pueden embeber el oído y sorber el parecer. Y no es cuestión de llevar a juicio sino de llamar a la razón y el conocimiento para que él mismo y generosamente, sirva una copa de luz a este asunto que me resulta importante, quizás porque lo respeto y me va en ello algo más que un buen trago… La sumillería se nutre de la pasión; no existe otra forma de saciar la avidez de conocimientos que ésta requiere mas que con pasión. Pero está fundamentada y tiene rigor. La exigencia y excelencia que requiere reside en ser conocedor de todos los factores que rodean al vino. Y créanme si les digo que son complejos por las características organolépticas del vino, la historia que lo acompaña desde hace mas de 8000 años, la diversidad de varietales, condiciones de suelos, estilos, exigencias del mercado y un largo etcétera que tiende a infinito. Ser sumiller significa ser un EXPERTO. Y es que a veces se nos olvida que sólo a través del aprendizaje, y de la amplitud  de miras que otorga la CULTURA se puede crear criterio. Quizás en este siglo XXI de evolución y desarrollo tecnológico, de la velocidad de la comunicación y de la accesibilidad, tengamos a nuestro alcance todo la información y conocimiento que deseamos, incluso a asesores e influencers que nos acompañen y solventen las indecisiones. Es entonces cuestión propia discernir a quien otorgamos confianza, quien será nuestro prescriptor, y a quienes damos nuestros «likes». Sería irrelevante que nos indicara sobre nuestras inversiones económicas un pintor hiperrealista; que nos diera consejo respecto a nuestras próximas vacaciones una ingeniera agrícola, o bien que recurriéramos a un comentarista deportivo para que nos valore un vino. ¿no creeis? «Battonage» nº 1 terminado. «Sed de buen vino»

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Estaba muy equivocada. Sí, con lo que respecta al vino y es que cuando era pequeña y veía reunida a toda la familia alrededor de la mesa comenzando la comida con un vino, un plato de tomate partido y caballa y almendras con hueva y mojama no le daba toda la importancia que tenía a esos momentos. No se si os ha pasado a vosotros pero para mi esos ratitos son los que se me vienen primero a la mente cuando me preguntan por mi gente. Momentos divertidos en los que nos ponemos todos al día de nuestras vidas, mis hermanos, mis padres y yo. Parecerá que no tiene mucho sentido que para mi primer post hable de estas experiencias rutinarias de comida de domingo, pero dicen mucho. En mi casa siempre nos ha acompañado el vino en la mesa y aunque yo, que soy la menor de la familia, no tomara ni una gota en su momento los veía a todos inmersos en conversaciones interesantísimas sobre actualidad, política, espiritualidad, ideologías e incluso sobre ‘palabros’ murcianos que buscábamos entre todos en el diccionario de panocho-castellano, castellano-panocho. Con una familia en pleno ejercicio de comunicación es como me di cuenta de que me encantaba conocer y aprender y luego seguir comunicando como si de un bucle se tratara. Esa curiosidad me hizo elegir periodismo y comunicación como carrera universitaria y después de conocer el mundo periodístico y haber tenido la posibilidad de trabajar tanto en radio, televisión y prensa escrita y digital sé que comunicar es lo mio, pero en mi camino laboral se cruzaron los proyectos del que me acompañaba en aquellas comidas de domingo cuando era pequeña, el que además, había dirigido su dedicación a conocer el vino que teníamos sobre aquella mesa nosotros y el vino que tienen el resto de familias. Y aunque estos últimos años ya empezara a catar el vino, nunca había curioseado más allá de lo que Andrés, mi hermano, me contaba. Eso sí, todo de lo que me hablaba me atrapaba, como cuando apareció por casa con ‘La Nez Du Vin’ (una caja y un libro dedicados a explicar los aromas que puedes encontrar en los vinos con ejemplos de esencias de cada uno de ellos, un alfabeto olfativo increíble).  O cuando me fui a pasar unos días con él a La Rioja y me explicaba desde los viñedos como todo lo que le rodeaba a la vid iba a interferir en cómo finalmente sería el vino. Me contagió esa pasión y es la que vengo a compartir con vosotros en estos post que comienzo a escribir hoy. Ya que adoro tanto comunicar como el vino. Por eso decía al principio que estaba equivocada. El vino no es un mero elemento, tiene un trasfondo que me encantaría poder compartir con vosotros y es lo que empezaré en esta sección. A partir de este post os hablaré de mis experiencias con vinos concretos, maridajes y lugares en los que se elaboraron. Mis experiencias diligentes son las que voy a mostraros y espero que os hagan querer uniros a nuestro grupo de #gentediligente. Como diría Gabriel Delaunay: “Existe una civilización del vino en la que los hombres querrán conocerse con el fin de no combatirse” Y yo quiero conoceros, y no combatir sino compartir buenos momentos y vinos diligentes. Y empezaré por recomendaros que agudicéis vuestros sentidos para poder descubrir lo que hay detrás del mundo del vino. Os invito a que sigáis leyéndome en el siguiente post de ‘De la vid a tu vida’ y que me dejéis en comentarios vuestras propias experiencias o curiosidades, será un placer que nos leamos.  

De la vid a tu vida Leer más »

Ser honesto tiene que ver con los vinos de Jerez. Caldos que representan la historia y el presente de una cultura menos efímera que una simple botella. Hacemos vino con alguien especial. Y lo hacemos aquí, donde José Antonio Zarzana anda dejando su huella, continuando con la tradición y respetando como nadie la forma Ximénez Spínola de producción y tratado del vino. Es aquí donde se diferencia tanto el cuerpo como el alma de esa uva tan respetada. Es en Jerez donde aún queda gente que apuesta por el riesgo en favor de lo importante, la pasión y la verdad en lo que uno hace. Bienvenidos a Jerez. Bienvenidos de nuevo a Ximénez Spínola. Hablando una copa, charlándola, dejando que las lágrimas de la Fermentación Lenta derramen su textura.

Jerez II «Eterna, fresca y diferente Pedro Ximénez. Leer más »

Nos vamos a Jerez, al marco de Jerez y más allá. Estamos entrando en una atmósfera en la que el calor es diferente y el frío también. Las sensaciones térmicas que mucho tienen que ver con lo que los ojos perciben, se sienten, pesan, se pueden tocar, abrazar. No es fácil elevar la vista sin que aparezca lo nuevo. Predisponerse para algo singular. Crear enormes paisajes, anchos llanos con tan solo elevar la vista. Caminar también es preciso. Andar entre viñedos, andar con la gente y hablar bien de cerca con las personas que hacen posible esto a lo que llamamos vino de Jerez, pero que es mucho más. Aquí se rinde homenaje a la Historia. A lo bien hecho antaño. A los mayores y a quienes derramaron sudor en estas tierras y en esta bodega. Aquí anda José Antonio Zarzana, a quien hoy entrevistamos, y su equipo, ocupados en conservar el espíritu de la Pedro Ximénez y hacerlo imperecedero en la bodega Ximénez Spínola.

‘Vino y Raíz’ – Jerez o la sorpresa de lo conocido Leer más »

Hace poco más de un año que me metí de lleno en la boca del lobo para descubrir que se traía Andrés entre manos. El mundo del vino era nuevo para mí y me sorprendió la complejidad que se escondía detrás de cada etiqueta; por cada dato que he ido aprendiendo me he dado cuenta que solo he rascado una fina capa superficial de todas las que lo componen y en cada una de ellas me veo recompensado con nuevas herramientas que me permiten disfrutar el vino de manera más profunda. No recuerdo si fue antes de empezar a trabajar o uno de mis primeros días, pero recuerdo ir andando a primera hora de la mañana con él hacia el bar que tenemos enfrente de la nave a tomar un café. Era viernes, no es un dato que sepa porque tenga memoria eidética a lo Sheldon Cooper, sino porque pasamos junto a los puestos de fruta y verdura que suelen poner los viernes en esa zona. Nos pusimos a comentar que cada vez era más fácil apreciar la bajada de calidad de algunas frutas, sobre todo las que son de temporadas concretas y que ahora encuentras en casi cualquier época del año. Luego pasamos a los tomates, los cultivos, luego a hablar del estado en que se encontraba el Mar Menor ese año… en fin, arreglando el mundo como suele decirse. El caso es que me vino a la mente un recuerdo de cuando yo era pequeño. Cuando terminé de contárselo a Andrés, sin tanto detalle como voy a hacer a continuación, me dijo que le gustaba, que era una anécdota bonita y que por qué no la escribía en algún sitio. No es un momento puntual en el tiempo, sino una vivencia recurrente de las tardes estivales de mi niñez, por lo que me resulta muy difícil datarlo con exactitud. Cuando lo visualizo en mi cabeza, me veo a mi mismo con unos 9 o 10 años, pero eso es el “montaje del director” que hacen mis neuronas, como digo, fue algo frecuente. El sol empieza a estar bajo y ya no queda casi ningún bañista, tenemos la playa prácticamente para nosotros solos; como hace lebeche las casas tapan el viento, el agua está quieta y transparente y se respira una tranquilidad increíble. Otra tarde de merienda en la playa. Mi hermana y yo estamos ya en la orilla antes de que mis padres hayan pisado siquiera la arena. Dejan las cosas y se meten también en el agua con la merienda. ¡No pongáis esa cara, que no son bocatas de chorizo! Tan solo es fruta. A veces melocotones… otras veces peras, o nectarinas. Lo único importante era que las piezas cumplieran 2 condiciones: que cupieran en la mano, y que resistieran el impacto que iban a sufrir al caer al agua tras ser lanzadas por mi padre hasta donde le llegara la fuerza. Ya nos encargábamos nosotros de elegir y cazar nuestra presa, ¡era súper divertido! Y una vez teníamos nuestra merienda, le hincábamos el diente. Recuerdo el sabor dulce de la pulpa madura, la textura de la piel, todo mezclado con el toque salado que le daba el agua del mar…era una sensación muy deliciosa y refrescante. Ese momento es la esencia de este recuerdo, de que éste me guste mas que otro recuerdo de esa época (como puede ser jugar a las palas o hacer castillos de arena), la causa de que viniera a mi mente cuando me lamentaba del sabor actual de algunas frutas o del estado del mar ya que es una sensación que no podría recrear sin cambiar varios factores de la ecuación. Pero para mi sorpresa, ese no es el único detonante. Resulta que esa sensación puedo volver a experimentarla en el sofá de casa, en una cena con amigos, mientras escucho música… Como decía al principio, he podido profundizar poco a poco en todo el proceso que conlleva la elaboración del vino y resulta que hay personas que se dedican a elaborarlo de una manera especial, con mucho cariño, sabiendo lo que hacen, que valoran la calidad por encima de la cantidad, buscando resultados diferentes, nuevos sabores que sorprendan y que sean capaces de transportarte a los rincones de tu memoria donde se almacenan tus recuerdos, como viajes, encuentros con personas o una sencilla merienda en la playa con la familia. Y lo mejor de todo es que en La Diligente trabajamos con esas personas. Gente cercana y amable, que les gusta compartir su pasión, que abren las puertas de su casa y su bodega para que conozcas de primera mano todo el esfuerzo que hay dentro de cada botella. En este año -y pico- he tenido la oportunidad de conocer a muchas de estas personas y catar sus vinos, vinos que me han hecho revivir éste y otros recuerdos de toda clase, y al igual que los propios recuerdos, son vinos que no voy a olvidar. Soy Jose Luis, y hasta que llegué a La Diligente nunca pensé que el vino pudiera ser capaz de emocionar tanto.

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Empezaré contándoos de qué va mi columna en este blog. Creo que las emociones que nos evocan los momentos gastronómicos son muy intensas. Y quiero poner voz a las historias, a los recuerdos pasados, junto a una de nuestras botellas; hablar de ese vino que os acompañó aquella vez. Que recordéis y volváis a esa vivencia, que en conjunto, no pudo ser más idónea. En esta primera entrevista tuve el placer de conocer más en profundidad a José Martínez, Director de sala y Sumiller en el restaurante Casa Beltrí. Con él puse en práctica esta idea, la cual resultó agradable y cómoda, ya que José también tiene vocación en el ámbito de la comunicación. Hace unas pocas semanas comenzó un proyecto propio que os invito a conocer Vino y raíz. Mirando atrás, me cuenta cómo ya desde que tenía cinco años comenzaba sus primeras andadas detrás de una barra en la cantina del colegio, descubriendo así que le gustaba el trato con la gente. En el año noventa, tuvo su primer trabajo el cual recuerda con detalle, donde despertó su curiosidad por el vino con una anécdota como él define: ˋˋmuy sencilla´´. Por entonces había un vino que destacaba por el dibujo de una perdiz en su etiqueta, y él, como persona curiosa que es, no entendía cómo, con tan poca información, había despertado tanto interés en la gente. Lo que le llevó a querer profundizar y a aprender de forma profesional. Ahora que conocemos un poco más a José, empecemos con su anécdota. ¿Qué vino has elegido? +      Lo tenía claro, Amphorae de Daniel Ramos. Por dos razones: la primera, un recuerdo de la infancia, cuando sacábamos vino de tonelerías de barro, después lo llevábamos a una pequeña tienda en recipientes de cristal. Al probarlo me transportó a ese momento (este vino está fermentado y criado en tinajas de barro). La segunda razón, por la viticultura que Daniel emplea, con la cual me identifico. Para mí, este vino reúne una serie de características: desde el embotellado o el etiquetado hasta la diferenciación del carácter de la garnacha y todo esto me permite realizar unos maridajes para sorprender. ¿Y tú mejor recuerdo bebiendo este vino? +      La primera vez que lo probé. Estaba solo en casa, una noche de invierno. Preparé una ensalada con jamón, cebolla, un chorro de aceite de oliva y una tabla de tres tipos de queso. Me acomodé en el salón, con luz tenue, música jazz de fondo, y como cada noche, junto a mí, un libro abierto: me gusta observar y tocar el papel. Lo tomé frío. Lo primero que me llamó la atención, sabiendo que es garnacha, fue la suavidad y sutileza que presentaba esta uva, que se suele comportar de una formar más golosa y silvestre. También la capa baja y ligera que presentaba en aspecto. Pero lo que me terminó de enamorar fue el estilo de vino viejo, equilibrado, con posibilidad de disfrutar de él en cualquier época del año. Terminé los últimos sorbos acompañándolo con chocolate. Gracias por compartir esta anécdota. Amphorae de Daniel Ramos es un vino elaborado en la sierra de Gredos, con clima continental y suelo de arena de granito. Garnacha 100% de más de treinta y cinco años. Allí los veranos son secos y caluros, teniendo en las noches una bajada en las temperaturas. Si la historia de José te ha despertado la curiosidad de conocer este vino tinto y dejarte sorprender por su carácter, pásate por La Diligente y vive tu propia experiencia.

Cuéntame tu anécdota José Martínez! ;) Leer más »

Si alguna vez te han dicho que los tintos tienen que ser rojo oscuros o granates, si has oído que los blancos mejor cuanto mas jóvenes, o si piensas que los rosados están hechos con uvas…. rosas? Bienvenidos al Blog de la Diligente… tenemos mucho de que hablar!! Los vinos son alimentos vivos, tienen una vida probable (eso que llaman la curva de evolución del vino, que sirve para ver en que momento de su vida estará perfecto para su consumo), y a lo largo de ésta el vino cambia de aspecto. Si! como lo oyes. Resulta que todos los vinos envejecen. Si por un momento «humanizamos» a los vinos, les pasa que el oxígeno, la luz del sol, las vibraciones, temperaturas, etc. hacen que el vino «sufra»  y por esto mismo se pueda «morir». Para reducir este proceso es súper importante el «CÓMO DEBO GUARDAR MIS VINOS», que ya os contaré en próximas entradas. Cuando un tinto (estoy generalizando) esta recién hecho, normalmente su aspecto es violáceo o azulado debido a los antocianos; los fenoles y polifenoles también son causantes del color  de un vino que, añadido a la elaboración, crianza y envejecimiento del vino, puede tornarse rubí, granate y que vayan apareciendo los tonos tejas o anaranjados. Esta es la escala de color de un vino tinto de una manera muy sencilla. Pero hay más, por supuesto que hay más, muchísimo más… En el caso de los blancos, y vuelvo a generalizar, los tonos desde su juventud a su madurez van del verde limón, al amarillo limón, dorado o al ámbar. Siendo estos colores los que nos servirán para entender su vida y el «cómo se hizo». Y todo esto para que os lo cuento? Mi intención no es otra que procurar un poco de luz a esto del vino. Una amiga elaboradora afirmaba con pasión hace bien poco que «el vino es para el hedonismo» y estoy totalmente de acuerdo con ella. La satisfacción que produce un vino atiende a cada una de las notas que lo hacen único. A cada brillo y tono en su copa, a las melodías que bailan el equilibrio de umbral entre aroma y olor… A un trago acariciado que sea capaz de erizarte o de dejarte en silencio y contemplativo como si mil millones de sabores atravesaran toda la piel de tu boca… bocaza! Disfrutar del vino es fácil, es sencillo. Para eso se hacen los vinos, PARA EL PLACER DE DISFRUTAR Cada uno sabemos reconocer lo que nos hace disfrutar y lo que no. En una cata que organicé el otro día, un asistente se auto-proclamó como el señor «yo de vinos no entiendo»; nos compartió que a él le apasiona la música, que disfruta escuchándola sólo con los cascos, o yendo de conciertos, que no duda en disfrutarla siempre que puede. Y que aunque tiene compositores y directores favoritos, discos que había oído muchísimas veces, jamás se le ocurriría privarse en descubrir una nueva pieza, un nuevo interprete o cantante, otro punto de vista, otra interpretación, porque podía hacerle disfrutar aun más de esa música que él ama. Yo supe que él si «sabia de vinos» porque es capaz de entender lo que le gusta y sentirse satisfecho con ello. Disfrutar también es mirar con ojos abiertos, oler con curiosidad y saborear y sentir para atesorar. «sed de buen vino»  

Sabias que…. …..un vino no puede ser azul pero si azulado? Leer más »

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